sábado, 6 de septiembre de 2008

Chistes

Un tipo que decide comprar una mascota ve a un loro colgando, cabeza abajo, de un palo; se le queda mirando y dice en voz alta:

"Vaya, ¿qué le habrá pasado a este loro?"

"Yo nací así: soy un loro sin patas", dice el ave.

"¡Je, je! Me pareció como si este pájaro hubiera entendido lo que dije y me hubiera contestado".

"Claro que entendí lo que dijiste. Soy un loro sumamente inteligente y muy culto".

"¿Ah, sí? Entonces contéstame esto: ¿cómo te cuelgas del palo, si no tienes patas?"

"Bueno, verás, me da un poco de vergüenza, pero ya que has preguntado, te lo voy a decir: uso mi pene como gancho y lo enrollo en el palo, no puedes verlo porque lo cubro con mis plumas".

"¡Increíble! ¿Realmente puedes entender lo que dice la gente y contestar?"

"Claro que sí, hablo español e inglés. Puedo conversar sin mayores problemas casi sobre cualquier tema: política, religión, fútbol, química, filosofía... y soy especialmente bueno en ornitología. Deberías comprarme, soy un excelente compañero".

El hombre mira la etiqueta del precio ($200) y masculla:

"Ese precio es demasiado para mí".

"Pssst", le llama el loro moviendo un ala para que se acerque. "Nadie me quiere porque no tengo patas. Ofrécele al dueño $20".

El hombre ofrece los $20 y sale de la tienda con el ave. Pasan las semanas y el loro es sensacional, gracioso, interesante, un excelente amigo, entiende todo y hasta da muy buenos consejos. Su dueño está feliz con él. Un día, el hombre llega de trabajar y el perico lo llama:

"Pssst", moviendo un ala para que se acerque.

El tipo se pone muy cerca de la jaula.

"No sé si contarte o no, pero es acerca de tu mujer y el cartero".

"¡¿Qué?!"

"Bueno, esta mañana, cuando llegó el cartero, tu mujer lo recibió con un beso en la boca. Ella estaba vestida sólo con ropa interior".

"¿Y después qué pasó?"

"Después, el cartero entró en la casa y empezó a acariciarla toda".

"¡Dios Santo! ¿Y qué más?"

"Después, le quitó las bragas y el sostén. Se arrodilló y empezó a besarla por todas partes, empezando por los senos, lentamente, e iba bajando y bajando por el ombligo y seguía y seguía..."

El ave se queda callada un buen rato.

"¿Y qué pasó? ¿Qué pasó? ¡Habla maldito loro!", grita frenético el hombre.

"No sé, se me paró y me caí del palo".




En un aeropuerto de una de las ciudades de la antigua Cortina de Hierro, un espía huía de la policía secreta rusa, la KGB. Estaba a punto de ser capturado, cuando, súbitamente, tropezó con una monja a la que le pidió que lo escondiera bajo su hábito.

Los agentes de la KGB preguntaron a la religiosa si había visto al espía y le dieron su descripción. Ella les informa que no lo había visto.

Cuando ya el peligro había pasado, el espía salió de debajo del vestido de la monja y se inició el siguiente diálogo:

"Gracias, hermana, por haberme salvado de ser capturado por la KGB".

"Ha sido con mucho gusto, hijo".

"Tengo que decirle, hermana, que usted tiene unas hermosas piernas. ¿Se dio usted cuenta del besito que le di en las pantorrillas?"

"Claro, hijo".

"¿Sintió usted los besitos que le estampé en las piernas, antes de las rodillas?"

"Sí, hijo".

"¿Notó cuando fui subiendo y le cubrí las piernas de besos, arriba de las rodillas?"

"Sí, hijo".

"¿Qué hubiera sucedido si yo sigo subiendo, y subiendo y llenándola de besos?"

"¡Pues que me hubieras besado los huevos, cabrón! ¡Yo también soy un espía!"

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